Ella y él
Abrió los ojos, y angustiado se levantó; se quedó sentado en la cama por un momento mientras la miraba a ella; ella yacía dormida en el lecho, sus rasgos y su piel contrastaban con el color blanco de las almohadas y las sabanas, confirmando así lo bella que era. Él corrió al baño: se ducho, se afeito e hizo todos los ritos que a diario ejecutaba. Ella quería hacer el amor esa mañana, por eso lo miraba con deseo, a la vez, él se amarraba los cordones de los zapatos como último rito antes de partir; él entendió lo que ella quería, sin embargo con un beso y una sonrisa se despidió, y salió apresurado del cuarto. En el auto, dudo por un instante, tuvo ganas de devolverse; llevaba mucho tiempo pasándole lo mismo; entonces, para evitar caer en la tentación: encendió el auto, revisó su portafolio, prendió la radio y arranco, mientras se decía: — Así es el trabajo—. Dando de esa forma un final, al rito de la partida.
Ese sábado, por esas cosas de la vida, él tuvo que regresar antes de lo previsto; al llegar, tenía en el portafolio la tan anhelada promesa de un contrato, pero la ausencia de ella en la casa. Como a la media noche, cuando llego de la funeraria, su sonrisa de la mañana había desparecido, quizás para siempre. Como un hombre derrotado, se sentó en el lecho de su cama, y con el corazón roto y el alma en luto, anheló el despertar de esa mañana. Con el pasar de los minutos y con el fluir de su llanto, él se durmió; de pronto: abrió los ojos, y angustiado se levantó. Volteo a mirar a su lado; ella yacía despierta entre las sabanas. Ella quería hacer el amor…, a lo cual él cedió, mientras se prometía: amarla por siempre, cambiar sus ritos de vida y aprovechar cada momento de esa nueva oportunidad.
DARÍO CABRERA
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