Mi gente de Venezuela

Publicado en por dacab

 

Me es inevitable el no pensar en Venezuela. Durante estos días he estado hablando con muchas personas sobre esta situación tan delicada que aqueja al pueblo venezolano. Esas charlas me han despertado ese sentimiento que muchas veces he vivido por mi país, por ello no puedo evitar el sentir cierta impotencia y tristeza por todo lo que están pasando, y no es para menos. En el hermano país viven algunos de mis familiares y muchos amigos con los que he compartido buenos momentos y muchas charlas a lo largo de más de quince años. Tal vez estas palabras sean ingenuas, o como es mi estilo un poco altruistas, sin embargo no buscan otra cosa que demostrarles mi apoyo y de alguna manera mi compresión sobre lo que hoy les sucede, ya que en mi país ya hemos vivido sufrimientos similares. Conozco la historia del chavismo, como lo he mencionado en otros artículos que he escrito, sé exactamente cuáles fueron las promesas que les hizo el fallecido Chávez a un pueblo que, según él, era víctima de la corrupción y el despilfarro económico por parte de los gobiernos que lo antecedieron. Y ahora  he aquí la realidad de sus promesas, la realidad de su mal enfocada revolución; una que tiene al pueblo sufriendo la peor pesadilla que por aquel año, 1998, a ningún venezolano, estoy seguro, le paso por la cabeza. Jamás alguien llego a imaginar que ese golpe de estado que propino en 1992 y que lo catapultó a ser presidente seis años después, llevaría a su amado país a lo que hoy en día están viviendo. Pero es que la historia ha demostrado que todos los gobiernos que se estructuran o llegan bajo la figura de un golpe de estado, en su mayoría nunca han sido buenos, y como es común en ellos siempre se consolidan como dictaduras, siempre buscan centralizar el poder sin importar de qué forma o de qué manera, buscando solo con ello su permanencia en el poder; desafortunadamente ninguna dictadura es buena. Ahora el pueblo vive una división que en el caso de la oposición es la que sangra, la que pone los muertos, la que sufre, la que le violan sus derechos, la que es presionada a seguir los parámetros de un gobierno que demuestra su decadencia con violencia, con opresión y con un sinnúmero de flagelos hacia su pueblo, degradando sin piedad su condición humana. Como en una de mis frases, las acciones de las personas confirman o desvirtúan los postulados de sus buenas intenciones. Y es muy claro ver que las acciones del gobierno venezolano van en contra de su mentiroso y reiterativo discurso. Promueven libertad imponiendo nuevas cadenas, pero igual son cadenas. Son la antítesis de su promovida ideología con la cual llegaron y han ejercido el poder. Pero es indiscutible que muchos se sirven de esa bandeja, que muchos gozan de tal banquete, que todos ellos se atragantan hasta el punto de vender sus conciencias en pro de dichos beneficios, siendo esos lacayos tan culpables de tal desgracia como los tiranos que los guían. Porque eso es tiranía, no hay otro sinónimo para tal actitud, para tal represión. Ahora solo les queda tener fe y fuerza para aguantar, tener la esperanza que muchos de aquellos que se volvieron parte de ese caos, reflexionen en pro del beneficio de un pueblo que como el mío muchas veces hemos sangrado, les queda la ilusión de que un día no muy lejano todos se vuelvan a ver como hermanos, como venezolanos que son, y que juntos se unan para la reconstrucción de su amado país. Somos gente aguerrida, echaos pa’ lante como decimos nosotros, nuestra historia ha estado marcada por muchas pruebas, y aquí seguimos. Ese es el mismo sueño que tengo para mí país, el sueño de que el color rojo que lleva nuestras banderas sea un símbolo de amor y fraternidad, y que nunca más vuelva a ser ese color que mancha las calles y el campo con la sangre derramada de nuestra gente.

 

Darío Cabrera Almario

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